Luis Fernando de Julián
Ediciones
Invasoras, 2016
Los
pacientes de un psiquiátrico está en tránsito no sabemos si hacia otro centro o
hacia sus casas. Parece que sólo quedan ellos y sin ninguna mediación externa
actúan y se relacionan y van mostrándonos sus diversas personalidades.
Las
once escenas que conforman la obra alternan lo que parece el presente con el
pasado de cada interno, para así ir conociendo acontecimientos de sus vidas que
explican, sugieren mejor, los motivos de su internamiento.
Una
de las cosas que más me gusta de los textos teatrales es su capacidad para
construir realidades (humanas, espaciales, temporales...) con los recursos y la extensión justos. La permanente exigencia al lector para ese trabajo de reconstrucción, si
la obra está bien armada, tiene como consecuencia una gran satisfacción. Y eso
es lo que he sentido con esta obra.
Con
un par de frases y con un par de acciones creemos conocer a un personaje; con
un cambio escénico nos trasladamos a otro tiempo y otro lugar; con la
revelación de un par de detalles la obra da un giro que nos deja anclados al
sillón y nos permite relamernos tras la lectura, satisfechos y encantados.
Teatro leído del bueno, probadlo, que merece la pena.
Teatro leído del bueno, probadlo, que merece la pena.
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