Luis Rodríguez
Tropo Editores, 2016
Estás pasando unos días de vacaciones en una ciudad
cualquiera (bueno cualquiera no, mejor que sea una ciudad agradable, bien
situada, con alrededores atractivos, como los valles pirenaicos, por ejemplo) y
coincides con una feria del libro local, sorprendentemente bien nutrida de
casetas, editoriales, librerías. Paseas por ella y te detienes ante el
mostrador de una pequeña editorial cuyos libros te llaman la atención, por la
buena pinta que tienen, por las cubiertas tan bien ilustradas. Ojeas alguno, el
editor te explica, intercambiáis comentarios, te llevas un libro y te regala
otro.
Semanas después lees el libro comprado, una novela corta,
género que tanto te gusta, dejando el prólogo de Ricardo Menéndez Salmón para
el final. Te gusta la historia de Luis Rodríguez (autor, narrador y
protagonista comparten nombre), desde la infancia en el norte peninsular, con
las referencias precisas y gráficas a la vida en un pueblo, hasta la edad
adulta, con la personalidad conformada y las responsabilidades al acecho. Te
gusta esta historia de crecimiento personal, de antihéroe poco atractivo y
-casi- nada ejemplar, de referencias a una sociedad algo gris y triste.
Te gusta el estilo, las frases cortas y contundentes, las
referencias humanas, los capítulos cortos, las rupturas de la linealidad, los
vacíos, los personajes, el final... Te gusta la edición, cuidada, pulcra, bien
hecha, y el objeto libro, el tamaño, el papel. Te gusta Luis Rodríguez y te
gusta Tropo Editores.
Te gusta comprobar, de nuevo, que el tamaño de una editorial
no tiene nada que ver (y no debería tenerlo) ni con la calidad de su
catálogo ni con la de sus criaturas.
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