El ruido y la furia es una
famosa novela de William Faulkner, cuyo título original es The Sound and the
Fury, que el autor toma de un verso de Macbeth y tiene otro
significado más próximo a “mucho ruido y pocas nueces” o simplemente a “parloteo”.
He pensado en esto, supongo que en defensa propia, cuando he escuchado lo que
ha salido por las bocas de esos políticos tan democráticos y
constitucionalistas durante las pasadas semanas, cuando se estaba fraguando lo
que ha acabado por ser un nuevo gobierno, un inédito gobierno de coalición. El
tono alarmista, la actitud apocalíptica, el lenguaje belicista, los argumentos
de ardor guerrero y desprecios personales que han exhibido sin el menor rubor
los portavoces de PP, Cs y Vox, cada uno a su manera, me han dado tanto miedo
que he preferido pensar que estaban parloteando, que seguramente estaban
actuando, porque actuando, encarnando una ficción, vale todo.
Si no es así,
tienen un grave problema, ellos, sus partidos y sus votantes —y por extensión todos
nosotros, la sociedad en que
vivimos—. Dar la voz de alarma, escandalizar y aterrorizar al personal porque
los contrincantes políticos utilizan las herramientas que nuestro sistema
democrático ofrece para investir presidente y formar gobierno, es despreciable,
irresponsable y sospechoso. Tensar tanto la situación como la han tensado,
soltando por sus bocas lo que han soltado, indica que se sienten verdaderamente
—y bélicamente, como recién salidos de una guerra— derrotados y se aferran a la
peligrosa idea de “sin mí, el caos”.
Próximamente conoceremos la altura a la que esté el nuevo gobierno, pero
la de la oposición la conocemos ya. En Macbeth se habla de la vida como
“un cuento relatado por un idiota, lleno de ruido y furia, sin significado
alguno”. Algo parecido se podría haber dicho sobre nuestra política y quienes
la sumergen en el fango.
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